16 de enero de 2012

Hacía mucho que no lloraba, pero algo que oprimía su garganta surgió de la nada. Tampoco fue causado por ninguna tragedia. El rebuscado mecanismo de aquella cajita de latón no encajaba, y parecía que no encajaría nunca. Como si de una explosión se tratase, se deshizo en lágrimas. De pronto no lloraba por la caja. De hecho, la caja estaba ya volcada en el suelo y ella de pie frente al espejo de su habitación. Estaba llorando por primera vez desde hacía mucho tiempo. Poco a poco, y durante los últimos meses, su expresión había ido endureciéndose hasta parecer indiferente.
Poco después, cesaron un poco los sollozos y al contemplarse en el espejo, pudo ver el dolor reflejado en cada una de las facciones de su cara. Al cabo de unos momentos cayó rendida a los pies de la cama, y permaneció allí, muy quieta. Tan quieta que podía sentir su cabeza palpitar. Sus lágrimas bajaban todavía por su rostro empapado.
Aquella noche durmió bien, de alguna manera se sintió liberada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario